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Algunos principios básicos de psicología social y dinámica de grupo
La experiencia política de la segunda guerra mundial, en la que miles de individuos en apariencia normales tomaron parte en proyectos tales como el mantenimiento de lós campos de concentración donde millones de seres humanos fueron asesinados, despertó un considerable interés entre los psicólogos.4 ¿Cómo fue posible que gente que llevaba una vida ordinaria antes de que Adolf Hitler se hiciera con el poder de Alemania, participara en un intento deliberado de exterminar a todo un grupo humano? Desde el final de aquel conflicto, se han realizado miles de experimentos de psicología social que han permitido descubrir las diversas maneras de influir en las personas, ya sea en grupos o individualmente. El resultado neto de estos estudios ha sido la bien comprobada demostración del enorme poder de las técnicas de modificación del comportamiento, la conformidad generalizada y la obediencia a la autoridad. Estos tres factores son conocidos en términos psicológicos como «procesos de influencia». Uno de los descubrimientos más notables de la psicología social es que en nuestros intentos por encontrar la respuesta más apropiada a la situación social, a veces respondemos con información que recibimos de forma inconsciente.
Por ejemplo, una clase de estudiantes de psicología «conspiró» para emplear las técnicas de modificación de comportamiento con su profesor. Mientras éste les dictaba la clase, los estudiantes sonreían y se mostraban atentos cuando él se movía hacia la izquierda de la habitación. Cuando se movía hacia la derecha, adoptaban un aire de aburrimiento y de falta de atención. Al cabo de poco, el profesor comenzó a desplazarse siempre hacia la izquierda, y después de unas cuantas clases daba sus explicaciones apoyado en la pared izquierda.
Y ahora llegamos al punto clave: cuando los estudiantes hicieron partícipe de la broma al profesor, éste insistió en que nada de esto había sucedido, que le estaban tomando el pelo. No le parecía extraño que se apoyara en la pared, y declaró enojado que era su estilo personal de dar las clases, algo que había escogido por su propia voluntad. Era del todo inconsciente de cómo había sido influido.
Desde luego, en circunstancias normales, la gente de nuestro entorno no está conspirando en secreto para hacernos algo. Simplemente actúan más o menos de la forma en que han sido culturalmente condicionados a actuar, lo que a su vez nos condiciona a nosotros. Ésta es la manera, después de todo, en que una cultura se perpetúa a sí misma. En una secta destructiva, sin embargo, el proceso de modificación del comportamiento se monta alrededor de los nuevos reclutas, que por supuesto no tienen ni la menor idea de lo que está pasando.
Si las técnicas de modificación del comportamiento son poderosas, también lo son las influencias de conformidad y obediencia a la autoridad. Un conocido experimento de conformidad realizado por el doctor Solomon Asch5 demostró que los individuos dudan de sus propias percepciones si son colocados en una situación social donde parece que las personas en las que más confía el grupo dan la respuesta equivocada a una pregunta. Otro psicólogo, Stanley Milgram, descubrió en unas pruebas de obediencia a la autoridad que más del 90 % de los sujetos examinados obedecían las órdenes aunque creyeranque al hacerlo causarían así sufrimientos físicos a otra persona. Milgram escribió: «La esencia de la obediencia consiste en el hecho de que una persona llega a verse a sí misma como el instrumento que realiza los deseos de otra persona, y en consecuencia no se considera ya responsable de sus propias acciones».6
Los cuatro componentes del control mental
Está claro que no se puede comenzar a entender el control mental sin reconocer el poder de las técnicas de modificación del comportamiento, así como de las influencias de la conformidad y la obediencia a la autoridad. Si tomamos estos presupuestos de la psicología social como punto de partida, nos será posible identificar los componentes básicos del control mental. A mi modo de ver, el control mental puede entenderse en su mayor parte mediante el análisis de los tres componentes descritos por el psicólogo Leon Festinger, en lo que se conoce como la «teoría de la disonancia cognoscitiva».7 Estos componentes son: control del comportamiento, control del pensamiento y control de las emociones.
Cada componente tiene un poderoso efecto sobre los otros dos: si modificamos uno, los otros dos se modificarán. Si conseguimos cambiar los tres, desaparecerá el individuo. Sin embargo, como resultado de mis experiencias en la investigación de las sectas destructivas, he añadido un cuarto componente que es vital: el control de la información. Si alguien controla la información que recibe un individuo, restringe su libre capacidad para pensar por sí mismo. Yo llamo a estos factores los cuatro componentes del control mental. Y sirven como puntos de referencia básicos para comprender cómo funciona el control mental.
La teoría de la disonancia cognoscitiva no es algo tan intrincado como parece indicar su nombre. En 1950, Festinger resumió el principio básico de la siguiente manera: «Si usted cambia el comportamiento de un individuo, sus pensamientos y sentimientos se modificarán para minimizar la disonancia».8
¿Qué quiere decir Festinger con «disonancia»? En palabras sencillas, se refiere al conflicto que se plantea cuando un pensamiento, un sentimiento o un comportamiento es alterado en oposición a los otros dos. Un individuo puede tolerar sólo una cierta discrepancia entre sus pensamientos, sentimientos y acciones, que en definitiva son los diferentes componentes de su identidad. La teoría de Festinger propone, y numerosas investigaciones han venido a darle la razón, que si uno cualquiera de estos tres componentes se modifica, los dos restantes cambiarán para reducir la disonancia.
¿Cómo se aplica este tipo de «cambio» al comportamiento de los individuos que están en una secta? Festinger buscó un lugar donde contrastar sus ideas en el mundo real. En 1956 escribió un libro, When Prophecy Faik [Cuando falla la profecía], sobre una secta de Wiscosin que creía en los platillos volantes y cuyo líder había predicho el fin del mundo. El líder de la secta afirmaba estar en contacto mental con alienígenas de otro planeta. Los seguidores vendieron sus casas y repartieron el dinero, y en la fecha señalada esperaron durante toda la noche, en la ladera de una montaña, la llegada de los platillos volantes que debían recogerles antes de que a la mañana siguiente un diluvio arrasara el mundo.
Cuando llegó la mañana sin que los platillos volantes hubieran hecho acto de presencia, ni tampoco el diluvio (sólo un torrente de artículos en los periódicos que se burlaban de la secta), se podría suponer que los seguidores estarían desilusionados y enojados. Unos pocos reaccionaron así (miembros marginales que no llevaban mucho tiempo en la secta), pero la mayoría de los adeptos estaban más convencidos que nunca. El líder proclamó que los alienígenas habían sido testigos de su vigilia y su fe y habían decidido perdonar a la Tierra. Los miembros se sintieron más unidos con su líder después de realizar una dramática demostración pública, que acabó en humillación pública.
La teoría de la disonancia cognoscitiva explica por qué se produjo esa mayor identificación. De acuerdo con Festinger, el individuo necesita mantener un orden y un sentido en su vida. Necesita pensar que actúa de acuerdo con su propia imagen y sus propios valores. Si por cualquier motivo su comportamiento cambia, también cambian su propia imagen y sus valores para mantener el equilibrio. Lo importante es saber que las sectas crean deliberadamente las disonancias entre sus adeptos y las utilizan para controlarlos.
Examinemos ahora con un poco más de detalle cada uno de los componentes del control mental.
Control del comportamiento
El control del comportamiento es la regulación de la realidad física del individuo. Incluye el control de su entorno -el lugar donde vive, qué ropas viste, qué come, cuántas horas duerme-así como su trabajo, rituales y otras acciones que realiza.
La necesidad de tener el control del comportamiento es la razón por la cual la mayoría de las sectas prescriben unos horarios muy rígidos a sus miembros. Cada día, una parte importante del tiempo se dedica a los rituales de la secta y a las actividades de adoctrinamiento. También es habitual que a los miembros se les asigne el cumplimiento de unas metas y tareas específicas, lo que restringe su tiempo libre y su comportamiento. En la secta destructiva siempre hay algo que hacer.
En algunos de los grupos más restrictivos, los miembros tienen que solicitar el permiso de los líderes para casi todo. En otros, el individuo es tan económicamente dependiente que sus opciones de comportamiento se reducen de forma automática. El miembro ha de pedir el dinero para el billete de autobús, la ropa o la visita médica, opciones que todos nosotros damos por supuestas. Debe pedir permiso para llamar por teléfono a un amigo o pariente que no esté en el grupo, y se ve obligado a dar cuenta de su actividad a todas horas del día. Así, el grupo controla las riendas del comportamiento, y en consecuencia las del pensamiento y las emociones.
A menudo, el comportamiento se controla mediante la exigencia de que cada uno actúe como grupo. En muchas sectas, las personas comen juntas, trabajan juntas, tienen reuniones de grupo y, en ocasiones, duermen juntas en la misma habitación. Se trata de desalentar el individualismo. A veces se le asigna a la persona un «compañero» que no se aparte de ella, o bien es ubicada en un grupo más reducido de media docena de miembros.
Por lo general, la cadena de mando en las sectas es autoritaria, y fluye desde el líder a través de sus lugartenientes hasta los sublíderes, y de allí a los miembros de base. En un entorno tan bien regulado, todos los comportamientos pueden ser premiados a castigados. Esto sirve a la jerarquía para mantener a sus adeptos fuera de equilibrio. Si un individuo se porta bien, recibirá las alabanzas públicas de sus jefes y tal vez premios o una promoción. Si el individuo no observa un comportamiento correcto, se le acusará y criticará públicamente y se le obligará a realizar tareas domésticas como limpiar los lavabos o lustrar los zapatos de los demás miembros.
Otras formas de castigo pueden incluir el ayuno «voluntario», las duchas con agua helada, permanecer una noche entera de vigilancia, o algunos trabajos de penitencia. Una persona que participe activamente en su propio castigo llegará a creer que lo tiene merecido.
Cada grupo en particular tiene su propia serie de comportamientos rituales que fortalecen su cohesión. Estos tanto pueden incluir particularidades en el lenguaje, posturas o expresiones faciales, como también las formas más tradicionales de representar las creencias de la secta. En los Moonies, por ejemplo, seguíamos muchas costumbres orientales como descalzarnos cuando entrábamos en un centro Moonie, sentarnos sobre los talones y hacer una reverencia cuando saludábamos a los miembros de mayor edad. Practicar estas pequeñas cosas nos ayudaban a sentirnos especiales.
Si un individuo no se comporta con el suficiente «entusiasmo», puede ser llamado por un líder y acusado de conducta egoísta o impura, o de no esforzarse lo bastante. Se le exigirá que emule a un miembro más antiguo del grupo, incluso hasta el extremo de imitar el tono de su voz. La lección más importante que deben aprender es la obediencia a las órdenes del líder. Los líderes no pueden mandar en los pensamientos íntimos de un adepto, pero saben que si gobiernan su comportamiento, el corazón y la mente vendrán a continuación.
Control del pensamiento
El control del pensamiento, el segundo componente de importancia en el control mental, incluye un adoctrinamiento tan profundo de los miembros que éstos interiorizan la doctrina del grupo, incorporan un nuevo sistema de lenguaje, y utilizan técnicas de interrupción del pensamiento para mantener las mente «centrada». A fin de ser un buen miembro, la persona debe aprender a manipular sus propios procesos de pensamiento.
En las sectas totalísticas, la ideología es interiorizada como «la verdad», el único «mapa» de la realidad. La doctrina no sólo sirve para filtrar la información que se recibe sino también para regular cómo se debe pensar sobre esta información. Por lo general, la doctrina, que es absolutista, lo divide todo en «blanco contra negro», «nosotros contra ellos». Todo lo que es bueno está representado por el líder y el grupo. Todo lo que es malo se halla en el exterior. Una gran parte de los sectas totalísticas afirman que sus doctrinas están científicamente probadas. La doctrina se proclama capaz de responder a todas las cuestiones planteadas por cualquier problema o situación. El adepto no necesita pensar por su cuenta porque la doctrina piensa por él.
Es habitual que una secta destructiva cuente con su propio «lenguaje simplificado» de palabras y expresiones. Dado que el lenguaje suministra los símbolos que utilizamos para pensar, controlar ciertas palabras ayuda a controlar el pensamiento. Muchos grupos sintetizan situaciones complejas, las etiquetan, y después las convierten en frases hechas de la secta. Estas etiquetas, que son la expresión verbal del lenguaje simplificado, gobiernan la manera de pensar en cualquier situación.
En los Moonies, por ejemplo, siempre que uno tenía dificultades para relacionarse con alguien que estuviera por encima o por debajo en la jerarquía de la secta, se decía que era un «problema Cain-Abel». No importaba quién estuviera involucrado o de qué problema se tratara, era simplemente un «problema Cain-Abel».
El término en sí mismo dictaba cómo debía resolverse el problema. Cain tenía que obedecer a Abel y seguirle, en vez de asesinarle como estaba escrito en el Antiguo Testamento. Caso cerrado. Pensar de otra manera habría sido obedecer el deseo de Satanás de que el malvado Cain prevaleciera sobre el honrado Abel. Un pensamiento critico acerca de un mal paso del líder no podía atravesar este bloqueo en la mente de un buen adepto.
Las frases hechas dé la secta, o lenguaje simplificado, también levantan una pared invisible entre los creyentes y los advenedizos. El lenguaje ayuda a que los miembros se sientan especiales y distintos de las personas comunes. También sirve para confundir a los recién llegados, que querrán entender de qué están hablando los miembros, y a que piensen que sólo tienen que esforzarse más en el estudio para poder «comprender» la verdad. En realidad, al incorporar el lenguaje simplificado, lo que aprenden es a no pensar. Aprenden que comprender significa creer.
Otro punto clave del control del pensamiento se basa en entrenar a los miembros para que bloqueen cualquier información que sea crítica con el grupo. Los mecanismos de defensa típicos del individuo son reorientados para que defiendan la nueva identidad que le ha proporcionado la secta contra la antigua identidad original. La primera línea de defensa incluye la negación («Lo que usted dice no ocurre en absoluto»), la racionalización («Esto ocurre porque hay una razón muy buena para que así sea»), la justificación («Esto sucede porque tenía que ser así»), y el deseo intelectual («Me gustaría que fuese verdad, así que tal vez lo es»).
Si la información transmitida a un miembro de la secta es interpretada como un ataque al líder, a la doctrina o al grupo, se levanta un muro de hostilidad. Los miembros están entrenados para no aceptar ninguna crítica. Se le ha explicado con anterioridad que las criticas son «las mentiras que sobre nosotros pone Satanás en la mente de las personas», o que son «las mentiras que la conspiración mundial imprime en lo periódicos para desacreditamos, porque saben que estamos por encima de ellos». Aunque resulte paradójico, las críticas al grupo confirma que el punto de vista de la secta acerca del mundo es correcto. La información que reciben no se interpreta correctamente.
Tal vez el método que más se emplea y que resulta más efectivo para controlar los pensamientos de los miembros, es el de los rituales de interrupción del pensamiento.9 Se enseña a los miembros a que interrumpan el pensamiento por sí mismos. Les dicen que les ayudará a desarrollarse o a ser más eficaces. Cuando el miembro de una secta empieza a tener un «mal» pensamiento, utiliza la interrupción del pensamiento para ahogar el «negativismo» y centrarse a sí mismo. Así aprende a aislarse de cualquier cosa que amenace su realidad.
Los diferentes grupos emplean técnicas distintas para interrumpir el pensamiento: concentrarse en la oración, entonar cánticos en voz alta o mentalmente, meditar, «hablar en lenguas», cantar o tararear. Estas acciones, muchas de ellas habituales por su valor y utilidad, son pervertidas en las sectas destructivas. Se convierten en algo mecánico porque el individuo está programado para activarías al primer síntoma de duda, ansiedad o incertidumbre. En cuestión de semanas, la técnica se vuelve innata, se hace automática. De hecho, el individuo a veces ni siquiera se da cuenta de que ha tenido un «mal» pensamiento. Sólo advierte que de pronto se ha puesto a cantar o ritualizar. Mediante la utilización de la interrupción del pensamiento, los miembros piensan que se están desarrollando cuando en realidad sólo se están convirtiendo a sí mismos en adictos. Después de abandonar una secta que emplea exhaustivamente las técnicas de interrupción del pensamiento, la persona atraviesa un difícil proceso de readaptación antes de poder superar el hábito.
La interrupción del pensamiento es la forma más directa para córtocircuitar la capacidad de un individuo para aquilatar la realidad. Además si alguien es capaz de pensar sólo cosas positivas sobre su participación en el grupo, resulta evidente que está enganchado. Puesto que la doctrina es perfecta y el líder también lo es, cualquier problema que surja es asumido como una falta del miembro individual, que aprende a culparse a si mismo y a trabajar con mas ahínco.
El control mental puede bloquear efectivamente cualquier sentimiento que no se corresponda con la doctrina del grupo. También sirve para mantener al miembro de la secta trabajando como un esclavo obediente. En todo caso, cuando los pensamientos son controlados, el comportamiento y los sentimientos también están controlados.
Control emocional
El tercer elemento del control mental, el control emocional, intenta manipular y reducir el alcance de los sentimientos del individuo. El miedo y la culpa son las herramientas necesarias para mantener a la gente bajo control. La culpa es, con toda probabilidad, el arma emocional más sencilla y eficaz que existe para conseguir la conformidad y la sumisión. La culpa histórica (por ejemplo, el hecho de que Estados Unidos lanzara la bomba atómica sobre Hiroshima), la culpa de identidad (por ejemplo, un pensamiento del tipo «No vivo de acuerdo con mi potencial»), la culpa por acciones del pasado (por ejemplo, «Hice trampas en el examen») y la culpa social (por ejemplo, «Hay gente que muere de hambre») pueden ser explotadas por los líderes de las sectas destructivas. Sin embargo, la mayor parte de los miembros de una secta no pueden ver que utilizan la culpa y el miedo para controlarlos. Están tan condicionados a culparse siempre a si mismos que responden con gratitud cada vez que el líder les señala uno de sus «defectos».
El miedo se utiliza para aprisionar a los miembros del grupo de dos maneras. La primera es la creación de un enemigo exterior que te persigue: el FBI te meterá en la cárcel o te matará, Satanás te llevará al infierno, los psiquiatras te aplicarán electroshocks, miembros armados de las sectas rivales te dispararán ó te torturarán, y, desde luego, los desprogramadores. La segunda es el terror a ser descubierto y castigado por los líderes. El miedo a lo que podría sucederte si no haces bien tu trabajo puede ser muy eficaz. Algunas sectas proclaman que el holocausto nuclear o cualquier otra catástrofe sería el resultado de la indisciplina o la negligencia en el compromiso de los miembros.
Para poder controlar a alguien a través de sus emociones, a menudo hay que redefinir sus sentimientos. La felicidad, por ejemplo, es una sensación que todo el mundo desea. Sin embargo, si la felicidad se define como estar cerca de Dios, y Dios no es feliz (como aparentemente sucede en muchas sectas religiosas), entonces la única manera de ser feliz es ser desgraciado. En consecuencia, la felicidad consiste en sufrir para poder estar más cerca de Dios. Tal idea aparece también en algunas teologías ajenas a las sectas, pero en éstas es una herramienta para la explotación y el control.
En algunos grupos, la felicidad estriba en seguir las órdenes del líder, en reclutar el máximo número de individuos o en donar una buena cantidad de dinero. La felicidad se define como el sentido de comunidad que brinda la secta a todos aquellos que disfrutan de una buena posición.
La lealtad y la devoción son, entre todas las emociones, las más respetadas. Los miembros no están autorizados a sentir o expresar emociones negativas, excepto hacia los foráneos. Se les enseña que nunca han de experimentar sentimientos hacia su propia persona o sus propias necesidades, sino que deben pensar siempre en el grupo, sin quejarse jamás. No podrán nunca criticar al líder, pero en cambio deberán criticarse a sí mismos.
Muchas sectas ejercen un control total sobre las relaciones interpersonales. Los líderes pueden decir y dicen a los adeptos que deben evitar a ciertos miembros o que deben pasar más tiempo con otros. Algunos llegan incluso a «recomendar» a los miembros con quién han de casarse, y controlan toda su relación, incluyendo su vida sexual. Hay sectas en las que se pide a los seguidores que nieguen o supriman sus sentimientos sexuales, lo cual se convierte en una fuente de frustración contenida que puede ser canalizada hacia otras salidas, como por ejemplo trabajar con más ahínco. Pero otros grupos, en cambio, exigen la sexualidad, y al miembro que se contiene le hacen sentir egoísta. De una manera u otra, el grupo ejerce el control emocional.
A menudo, se mantiene a los individuos en constante desequilibrio. En un momento dado se les alaba, y al siguiente son insultados. Este mal uso de las técnicas de modificación del comportamiento -recompensa y castigo- crea una sensación de dependencia e indefensión. En algunas sectas, un día puedes estar haciendo relaciones públicas vestido con traje y corbata ante las cámaras de televisión, y al día siguiente estar en otra provincia relegado a hacer trabajos manuales como castigo por algún pecado imaginario.
La confesión de antiguos pecados o de actitudes equivocadas es también un recurso poderoso para lograr el control emocional. Lo cierto es que una vez confesado públicamente, en contadas ocasiones se perdona o se olvida de verdad el antiguo pecado. En el instante en que uno se aparte de la fila, se sacará de nuevo a la luz y se utilizará para manipular al adepto y conseguir su obediencia. Cualquiera que se encuentre en una sesión confesional de una secta debe recordar esta advertencia: cualquier cosa que diga es susceptible de ser y será utilizada en su contra. Este ardid puede llegar incluso al chantaje si no abandona la secta.
La técnica más efectiva para el control emocional es la implantación de fobias, ya mencionada en el capítulo 3. Con ella se consigue que los individuos experimenten una reacción de pánico al pensar en marcharse: sudores, palpitaciones, intensos deseos de evitar la posibilidad. Les dicen que si se marchan se encontrarán perdidos e indefensos en medio de los más terribles horrores; se volverán locos, les asesinarán, se convertirán en drogadictos o se suicidarán. Ejemplos de casos semejantes se narran continuamente tanto en las conferencias como a media voz en los corrillos informales. Es casi imposible que un miembro adoctrinado de una secta llegue a sentir que encontrará alguna seguridad fuera del grupo.
Cuando los líderes de las sectas declaran en público: «Los miembros son libres de marcharse cuando les parezca: la puerta está abierta», dan la impresión de que los miembros son libres de escoger y que sencillamente prefieren quedarse. Sin embargo, los' miembros tal vez no dispongan de la posibilidad real de escoger, porque se les ha adoctrinado para tener fobia al mundo exterior. Las fobias inducidas eliminan la posibilidad psicológica de que un individuo decida abandonar el grupo simplemente porque no es feliz o porque desea hacer otra cosa.
Si las emociones de una persona caen bajo el control de un grupo, acto seguido lo harán sus pensamientos y su comportamiento.
Control de la información
El control de la información es el último componente del control mental. La información es el combustible que utilizamos para que nuestra mente funcione correctamente. Niéguele a un individuo la información que necesita para emitir un juicio acertado y será incapaz de hacerlo. La gente permanece atrapada en las sectas destructivas porque no sólo se le niega el acceso a una información crítica sino que además ha sido despojada del mecanismo interno necesario para procesaría. El control de la información tiene un impacto tan dramático como devastador.
En muchas sectas totalísticas, los adeptos cuentan con un mínimo acceso a los periódicos, revistas y programas de radio y televisión ajenos a la secta. Esto se debe en parte a que están tan ocupados que no disponen de tiempo libre. Cuando leen, por lo general se trata de libros o folletos de propaganda editados por la secta, o de material que ha sido censurado para «ayudar» a los miembros a que se mantengan centrados.
El control de la información también se extiende a todas las relaciones. No se permite a los miembros que discutan entre si nada que sea crítico respecto al líder, la doctrina o la organización. Los adeptos se espían los unos a los otros e informan a los líderes de las actividades incorrectas o de los comentarios. A los nuevos conversos no se les permite que mantengan conversaciones entre sí sin la presencia de un miembro más antiguo que les vigile. Lo más importante es que se les exige que eviten todo contacto con los ex miembros o con quienes se muestran críticos. Se deben alejar sobre todo de la gente que podría facilitarles la mayor cantidad de información. En algunas sectas se llega incluso a leer la correspondencia de los miembros y a escuchar sus conversaciones telefónicas.
Por lo general, la información es fragmentada para que los miembros no obtengan un panorama global. En las grandes sectas, se informa a los adeptos únicamente de aquello que «necesitan saber» para realizar sus trabajos. Así, un miembro de otra ciudad no tiene por qué saber necesariamente que en otro lugar se ha tomado una importante decisión legal, que en la prensa han aparecido comentarios críticos o que una discusión interna está creando desavenencias en el grupo. Los miembros creen, por supuesto, que saben mucho más sobre las actividades del grupo que los extraños, pero al asesorar a ex miembros he descubierto que a menudo son ellos los que menos saben.
Las sectas destructivas también controlan la información mediante la creación de muchos niveles de «verdad». Las ideologías de las sectas tienen doctrinas «exteriores» y doctrinas «interiores». El material exterior es propaganda relativamente suave destinada al público en general o a los nuevos adeptos. Las doctrinas interiores se van desvelando sólo a medida que aumenta el compromiso del individuo con el grupo.
Por ejemplo, los Moonies siempre han declarado en público que son pro americanos y que están a favor de la democracia y la familia. Los Moonies eran pro americanos porque deseaban lo que creían mejor para Estados Unidos: convertirlo en una teocracia bajo el mando de Moon. Pensaban que la democracia había sido instituida por Dios para conceder a la Iglesia de la Unificación un lugar donde organizar una dictadura teocrática. Eran partidarios de la familia porque creían que la «verdadera» familia de todos los seres humanos estaba formada por Moon, su esposa y sus hijos espirituales. Sin embargo, la doctrina interior era -y todavía es- que Estados Unidos es inferior a Corea y debe por tanto someterse a ella, que la democracia es un sistema disparatado que «Dios está eliminando»,'0 y que los individuos deben ser aislados de sus familias «físicas» (en opción a las «espirituales») si son criticas respecto de las sectas.
Un adepto puede creer sinceramente que las doctrinas exteriores no son mentiras, sino tan sólo un nivel diferente de verdad. Al crear un entorno donde la verdad tiene múltiples niveles, los líderes de las sectas consiguen que al individuo le resulte imposible efectuar una valoración final objetiva. Si plantea problemas, le dicen que no es todavía lo bastante maduro para conocer la verdad íntegra, pero que dentro de poco quedará todo muy claro. Si trabaja con entusiasmo, ganará el derecho a conocer los niveles más altos de la verdad.
Pero hay muchos «niveles interiores». A menudo, un miembro avanzado que cree que lo sabe todo aún se encuentra a varios niveles del centro. A los preguntones que insisten en saberlo todo y además enseguida, naturalmente, son reorientados hacia una meta externa hasta que se tranquilizan.
Control del comportamiento, control del pensamiento, control emocional y control de la información: cada una de estas formas de control tiene un gran poder e influencia sobre la mente humana. juntas, constituyen una red totalística que puede manipular incluso a las personas de gran fortaleza mental. De hecho, son precisamente los individuos con mayor capacidad mental quienes más se comprometen y más entusiastas se muestran con las sectas.
No hay ningún grupo que haga todo lo que se describe en este capítulo. He procurado citar sólo las prácticas más comunes y que más se aplican en cada componente del control mental. Existen otras prácticas que seguramente se aplican en determinadas sectas, pero no las he incluido.
Hay prácticas que encajan en más de una de estas categorías. Por ejemplo, ciertos grupos cambian el nombre de sus adeptos para acelerar el proceso de formación de la nueva «identidad de secta». Esta técnica puede catalogarse en cualquiera de las cuatro categorías.
Existen muchas variaciones entre las sectas. Por ejemplo, algunos grupos realizan abiertamente la implantación de fobias; otros son muy sutiles. Lo más importante es el efecto global en el individuo. ¿Tiene o no el control de sus decisiones vitales? La única manera de saberlo es darle la oportunidad de reflexionar, de tener acceso a toda la información, de saber que tiene libertad para abandonar el entorno.
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